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LA PAZ

Todos conocemos la palabra paz, todos anhelamos su realidad: en el mundo, en nuestras ciudades y vecindarios, en nuestras casas y familias, anhelamos la paz en nuestras vidas y nuestro ser interior. Sin embargo, la paz es una de las cosas más difíciles de encontrar. Primero, porque no entendemos su verdadero significado. Segundo, porque normalmente buscamos en todos los lugares equivocados para poder conseguirla. Y tercero, porque una vez que la tengamos, es un reto enorme mantenerla. 

La paz no es solamente la ausencia de guerra o violencia, de conflicto o hostilidad. Esa es, sin duda, una de las definiciones de la paz. Pero la verdadera paz es mucho más. La verdadera paz tiene que ver con ser integro y justo. La verdadera paz significa bienestar y aun felicidad. Es el estado de ser lleno, pleno, maduro y virtuoso. Incluye la ausencia de pensamientos inquietantes y emociones opresoras en la parte más íntima del ser humano. La paz incluye armonía y tranquilidad en nuestras relaciones personales. La verdadera paz tiene que empezar primero en nuestra mente y corazón en  cada uno de nosotros como comunidad, luego debemos dejarla  fluir hacia afuera a todas nuestras relaciones e interacciones con nuestros compañeros, jefaturas, apoderados y alumnos, nuestras familias. 

El problema es que, aunque la anhelemos con todo nuestro corazón, y aunque la busquemos con todas nuestras fuerzas, casi siempre la buscamos en todos los lugares equivocados: en relaciones humanas malsanas e inestables; en acumular más dinero y más posesiones, o en alcanzar más poder y más fama; en el alcohol, en las drogas o en el sexo, o en cualquier otro vicio que pretende proveer la paz; aun la buscamos en diferentes prácticas y disciplinas espirituales que prometen mucho pero no cumplen con nada. Siempre esperando que uno de estos momentos llenará la vida con la paz que tanto anhelamos. Estimados colegas y hermanos hay un lugar, solo hay una persona, en la cual se puede hallar y mantener la verdadera paz. Y esa Persona es Jesucristo, el «Señor de paz».  En el Nuevo Testamento, hay solamente una ocurrencia del título «Señor de paz». Y ese título es dado a Cristo Jesús en 2 Tesalonicenses 3:16.  «Que el Señor de paz les conceda su paz siempre y en todas las circunstancias. El Señor sea con todos ustedes.»

 

LA PASTORAL DEL LBMWT.

Jorge Núñez Berrios Asistente de Capellanía