Un lugar para crecer

18 andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. 19 Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.20 Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron.21 Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó.22 Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.

Mateo 4:18-22

Los Evangelios presentan a Jesús siempre en movimiento, siempre caminando. Nunca se queda instalado en la comodidad de la rutina, sino avanza, sigue, e invita a seguirlo caminando. Los rabinos de su tiempo se sentaban a enseñar en el templo, Jesús en cambio es un rabino itinerante que está siempre en marcha para seguir a Jesús hay que disponerse a abandonar la inercia y a ponerse en marcha. No permitamos que nada nos ahogue o retrase seguirlo, debemos mantener siempre la disponibilidad de nuestro espíritu para caminar con Él y como Él. Jesús camina por la ribera del mar de Galilea, un lugar con gente que va y viene realizando su labor cotidiana.  Jesús se hace presente ahí donde estamos todos los días, en lo que realizamos cotidianamente, Jesús no tiene impedimento en caminar entre la gente, en pasar por uno más, uno de tantos. Es realmente el Dios con nosotros al que, como dice el salmista, todas nuestras sendas le son familiares. Jesús sale a nuestro encuentro en el lugar de trabajo, en lo cotidiano, ahí donde estamos todos los días, realizando las labores, como docentes, administrativos, jefaturas, haciendo aseo, atendiendo apoderados, nuestros trabajos más comunes, donde quizá menos esperaríamos encontrarnos con Él. Jesús es en Galilea donde comienza su ministerio y donde elige a sus primeros discípulos, es en Galilea desde donde, una vez resucitado, los enviará a predicar las Buenas Nuevas por todos los rincones de la tierra. En este tiempo de Adviento Jesús detiene su vista en nosotros, es una mirada enamorada que a su vez enamora, que valora a la persona, que ve lo mejor de ti, que te elige, que te llama, él nos invita a una misión, amarnos de corazón como a nosotros mismos, Jesús nunca nos ve como un grupo de humanos, de profesionales de la educación, él nos mira a cada uno de nosotros, nos conoce, nos llama por nuestro nombre. Y a través de nuestra fe le aceptamos toda revelación es venida de Dios, para comprender asuntos que nosotros como hombres y mujeres no podríamos llegar a conocer por nuestra propia cuenta, solo su Espíritu Santo, nos revela a Cristo como nuestro salvador y autor de nuestra fe, sólo por ella el justo vivirá.

Jorge Núñez Berrios

Asistente de Capellanía